Soy un corazón antiguo, aferrado a su calor; ustedes cambian como el viento, yo permanezco alrededor. Y aunque el miedo a la distancia quiera hacerme desfallecer, sé que quererlos vale más que el amargo de perder.
¿Y cómo explico este destino que me obliga a verlos ir? Cada latido suyo es un hilo que me ata a lo que no puedo seguir.
Y me quedaré, a su lado hasta el final, Aunque yo no tenga un límite, su vida me hace brillar. Y si un día se van, no los voy a olvidar, Porque en mi pecho eterno su luz seguirá.
Guardo siempre sus luces pequeñas, esas que el día intenta disipar. Y cada chispa que en mi ser despiertan renace en soles que no saben declinar.
Ustedes giran en la eterna danza de estaciones que no puedo alcanzar, pero su risa, en mi memoria intacta, es primavera lista para brotar.
¿Y cómo explico este destino que me obliga a verlos ir? Cada latido suyo es un hilo que me ata a lo que no puedo seguir.
Y me quedaré, a su lado hasta el final, Aunque yo no tenga un límite, su vida me hace brillar. Y si un día se van, no los voy a olvidar, Porque en mi pecho eterno su luz seguirá.
Y si llega su adiós, seré un refugio para el recuerdo. No importa si yo sigo, ustedes vivirán en mi cielo.
Y por eso estoy aquí… ante su tiempo sutil, y aunque siga después, nunca los dejaré partir. Que cuando el mundo gire, sabré a quién perseguir, porque ustedes, en su breve andar, me enseñaron… a brillar.
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