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Valle Salvaje Capítulo La herida invisible de Bárbara AVANCE vallesalvaje EnglishMovie cdrama drama engsub chinesedramaengsub movieshortfull
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00:00El silencio que siguió fue más poderoso que cualquier grito.
00:05Afuera, los pájaros reanudaron su canto,
00:08como si el valle entero hubiera esperado ese instante para volver a respirar.
00:13Pero dentro de la casa pequeña, todos sabían que la paz sería efímera.
00:18El secreto, ahora expuesto, correría como fuego entre los viñedos,
00:25alcanzando los oídos de quienes harían de la verdad una nueva arma.
00:30Mercedes miró a sus sobrinas, agotada pero en paz.
00:35Había pagado el precio del silencio, y ahora debía pagar el de la verdad.
00:40A su lado, Bárbara acariciaba su vientre, consciente de que su lucha apenas comenzaba.
00:46Mi hijo no llevará el peso de mi vergüenza, pensó,
00:51mientras Adriana e Irene la rodeaban con ternura.
00:55En el palacio, José Luis se encerró en su despacho.
01:00Removido por una culpa que no supo nombrar, comprendía que el poder y la moral eran solo
01:06máscaras para encubrir las mismas debilidades humanas que lo perseguían desde joven.
01:13El marqués, en cambio, tramaba su revancha.
01:16El valle no olvidará este escándalo, murmuró, mientras sellaba nuevas cartas con el sello
01:23de su familia. Cuando cayó la noche, la casa pequeña se sumió en un silencio esperanzador.
01:30Mercedes rezó por fortaleza, Adriana encendió una vela por su hermana, e Irene, junto a la ventana,
01:39observó el horizonte. En algún rincón del valle, la tierra respiraba, guardando la promesa de una
01:46nueva vida. Entre la culpa y la esperanza, Valle Salvaje volvía a latir, sabiendo que lo más peligroso
01:54no era el pecado, sino el amor que se niega a morir. La noticia del compromiso entre Irene y
02:00Leonardo cayó sobre Bárbara como un golpe mortal. Aquella noche, mientras el palacio se llenaba de
02:07música y copas alzadas, ella permanecía en silencio, con la mirada perdida entre las luces
02:13del salón. Cada palabra de felicitación, cada sonrisa fingida, se le clavaba como una espina en
02:20el corazón. Su respiración se volvió errática, y cuando las risas se desvanecieron en la distancia,
02:29ya no pudo soportar más. Salió sin que nadie lo notara. La luna, alta y fría, iluminaba el camino
02:37que conducía al bosque. Camino sin rumbo, descalza, sin abrigo, arrastrando su dolor como una condena.
02:46Su mente repetía una sola idea. Leonardo me ha olvidado. El viento golpeaba su rostro,
02:56y entre los árboles el eco de su llanto se confundía con el murmullo de las hojas. En su
03:02pecho se mezclaban la tristeza y el miedo, pero también una extraña sensación de alivio. Por fin
03:09podía llorar sin testigos. Las palabras del marqués Hernando resonaban en su memoria.
03:17Leonardo se casará con quien yo elija, no con una bastarda sin nombre. Cada sílaba la empujaba
03:25más lejos del palacio, más cerca del abismo. Cuando el amanecer tiñó el cielo de gris, su cuerpo ya no
03:32resistía. Tropezó y cayó junto a un arroyo, sin fuerzas para levantarse. El frío comenzó a apoderarse
03:41de ella. Su mente se llenó de imágenes. La sonrisa de Leonardo, las caricias que compartieron en secreto,
03:50la voz de Mercedes advirtiéndole que aquel amor traería desgracia. Y por último, un pensamiento fugaz,
03:57una certeza que la atravesó como una llama. Ya no estoy sola dentro de mí. Horas después,
04:05los campesinos vieron a Martín y Francisco cabalgando desesperados, siguiendo huellas
04:11entre la maleza. Cuando la encontraron, Bárbara apenas respiraba. Martín la alzó entre sus brazos,
04:21notando el calor extraño en su piel, ese pulso débil pero firme que le habló de vida.
04:26«Tranquila, Bárbara, ya estás a salvo», le susurró, aunque ella no podía oírlo. «No te dejaré
04:35morir». Mientras cabalgaban de regreso al valle, el silencio los envolvía. Francisco, al mirar el
04:43rostro de la joven, comprendió que aquella no era solo una víctima de un desmayo, sino de un dolor más
04:50profundo. Lo que había ocurrido esa noche no era simple desesperación. Había algo que Bárbara aún
04:57guardaba dentro, un secreto que podría cambiarlo todo. En la casa pequeña, Mercedes esperaba junto
05:04a Adriana. Cuando vio llegar a Martín con la muchacha en brazos, sintió que el alma se le detenía. «Por el
05:12amor de Dios, tráiganla adentro», ordenó. El cuerpo de Bárbara fue depositado sobre la cama. Su
05:21respiración era débil, su piel fría. Adriana la tomó de la mano y lloró sin poder contenerse. «No
05:29nos dejes, hermana». Pero en medio del caos, Mercedes notó algo que los demás no vieron. Una palidez
05:37distinta, un temblor en el vientre, una vida que latía débil, pero segura. La madre de la casa
05:45comprendió que aquella muchacha no solo estaba herida en el alma, sino también unida a un secreto
05:52que el valle aún no estaba listo para soportar. ¿El amanecer trajo consigo el caos? La casa pequeña
06:00se convirtió en un ir y venir de voces, paños húmedos y rezos desesperados. Mercedes daba órdenes con la
06:09serenidad que solo el dolor disciplinado puede mantener. «Odriano, trae mamá a Shogua». «Pepa,
06:17prepara una infusión de tila». «Francisco, ve por el galeno». Bárbara seguía inconsciente,
06:24su rostro pálido contrastando con los mechones de cabello pegados a la frente. Adriana se arrodilló
06:31junto a la cama, sosteniendo su mano con fuerza. «No me dejes, hermana». Susurraba entre lágrimas.
06:40«No puedes abandonarme ahora». Martín permanecía a un lado, sin moverse, con la camisa manchada de
06:48barro. Observaba a Bárbara con un respeto que rozaba la devoción. Pepa lo vio temblar. «Muchacho,
06:57ve a lavarte», le dijo suavemente. «Has hecho lo imposible por traerla viva, pero él no se movió.
07:06No puedo dejarla sola». El galeno llegó poco después con su maletín de cuero y su semblante grave. Se
07:14acercó, examinó el pulso, miró los ojos de la joven y permaneció un largo rato en silencio.
07:22«¿Cómo la encontró?», preguntó a Martín. «En el bosque, cerca del arroyo. Estaba inconsciente.
07:31Parecía haber pasado la noche entera allí». «Eso explica la fiebre», dijo el médico.
07:37«Pero hay algo más». Sus dedos se posaron sobre el vientre de Bárbara con cautela. Mercedes lo
07:46observó fijamente. Buscando respuestas, el hombre levantó la mirada, sorprendido, y luego la apartó
07:55con incomodidad. «Necesita reposo absoluto», dijo, esquivando la pregunta que nadie se atrevía a
08:02formular. Y discreción. Adriana, confundida, insistió. «¿Qué le pasa, doctor?». «No puedo
08:11decir más sin estar seguro», respondió él, cerrando su maletín. «Pero le ruego, señora Mercedes,
08:19que mantenga a esta muchacha alejada de cualquier emoción fuerte. Lo que ha vivido podría haberla
08:27matado y aún puede hacerlo». Cuando el médico se fue, Mercedes lo siguió hasta la puerta. «Dígame
08:35la verdad», le exigió en voz baja. «¿Qué ha visto?». El galeno respiró hondo. «Solo diré esto. Hay signos
08:46que no mienten. Si estoy en lo cierto, la joven espera un hijo». Mercedes sintió que el suelo
08:53desaparecía bajo sus pies. Cerró los ojos y apoyó una mano en la pared para no caer. «Dios mío»,
09:01el médico bajó la voz. «Si la noticia se difunde, será su ruina. Nadie perdonará ese pecado. Y menos
09:11en este valle». Mercedes asintió sin levantar la vista. «No se preocupe, doctor. Nadie sabrá nada».
09:21Ni siquiera sus hermanas. Regresó al cuarto con el rostro sereno, aunque por dentro ardía
09:29de miedo. Adriana la miró con ojos interrogantes, pero Mercedes fingió calma. «Está débil,
09:37no dommage». «¿Se recuperará?». Irene, que acababa de llegar tras enterarse del accidente,
09:44escuchó esas palabras. Pero algo en el tono de Mercedes la inquietó. Cuando más tarde pasó junto
09:52al cuarto, oyó a su tía hablar en voz baja con Pepa. «Que no se corra la voz. Si alguien pregunta,
10:00diremos que fue una fiebre». Irene se detuvo en seco. Un presentimiento la atravesó como un cuchillo,
10:08abrió la puerta con lentitud y miró a Bárbara dormida. Su respiración era irregular, pero serena.
10:16«¿Qué estás ocultando, tía?», pensó, con el corazón latiendo con fuerza. En su interior,
10:25algo le decía que ese secreto sería el principio del fin para todos. La mañana siguiente amaneció,
10:31envuelta en un silencio denso. Nadie en la casa pequeña se atrevía a mencionar el estado de
10:38Bárbara. Mercedes había dado una sola orden. «No se habla de esto». Pero el silencio pesaba más que
10:47las palabras. Irene, incapaz de dormir, decidió enfrentar la verdad. Había pasado la noche escuchando
10:56cada ruido, cada suspiro, atormentada por lo que había oído entre las paredes. Cruzó el pasillo y
11:04se detuvo frente a la habitación donde dormía su hermana. La puerta estaba entreabierta y dentro
11:11Adriana cuidaba a Bárbara con ternura inquebrantable. Mercedes, de pie junto a la ventana, parecía una
11:20estatua. «¿Cómo está?», preguntó Irene, apenas un susurro. Mercedes giró despacio. «Descansa. No
11:30necesita más preguntas, sino paz». «No puedo quedarme tranquila», replicó Irene, dando un paso
11:37adelante. «Ano se escuché al médico. Algo no encaja». Mercedes la miró fijamente, con una mezcla
11:47de cansancio y severidad. «Hay cosas que es mejor no saber, Irene». «¿Y si ese silencio la mata?»,
11:55respondió ella, con lágrimas contenidas. «No puedo soportar verla así, sin entender qué ocurre».
12:03Adriana se levantó, intentando apaciguar la atención. «Irene, por favor, no es momento para
12:11discutir». Pero Irene ya no podía callar. «La escuché, tía». «Usted le dijo a Pepa que nadie
12:20debía saberlo». «¿Qué es lo que le pasa a Bárbara?». Mercedes respiró hondo. «No es asunto
12:28tuyo». «Claro que lo es», exclamó. «Es mi hermana». El intercambio fue tan intenso que Bárbara se movió
12:38levemente en la cama, murmurando un hombre entre sueños. «Leonardo». El silencio cayó de nuevo.
12:47Irene tembló. «Él tiene que saberlo», dijo en voz baja. Mercedes negó con firmeza. «No, Irene». Si
12:57Leonardo se entera, será su perdición y la de ella. Este valle no perdona los errores del amor. Pero
13:05Irene no escuchó. Salió de la habitación con paso decidido, su mente girando en espiral. Caminó hasta
13:13el jardín, donde encontró a Leonardo sentado en el banco de piedra, con el rostro pálido y la mirada
13:20fija en el horizonte. «Necesito hablar contigo», dijo sin preámbulos. Leonardo la observó, preocupado.
13:29«¿Ha pasado algo más?» Sí, susurró ella. «Pero antes prométeme que lo que te diga quedará entre
13:38nosotros». Él frunció el ceño, confundido. «Lo prometo». Irene respiró hondo. Sentía que cada palabra que iba a
13:48pronunciar destruiría, destruiría algo dentro de ella. Bárbara empezó con la voz quebrada. «Está
13:57embarazada». Leonardo palideció. «Por un instante, el mundo pareció detenerse». «¿Qué has dicho?» murmuró.
14:07El médico lo descubrió. «Mercedes lo sabe, pero quiere ocultarlo. Dice que si la gente se entera,
14:15la destruirán». Leonardo se levantó de golpe, tambaleándose. «No puede ser», susurró. «No,
14:25no puede ser verdad». Irene lo tomó de la mano. «Leonardo, prométeme que no harás una locura».
14:33«¿Y cómo quieres que me quede quieto?» gritó, con la voz rota. «Si es mío. Si ese niño es mío».
14:43Irene lo miró con los ojos llenos de lágrimas. «¿Por eso te pedí que guardaras el secreto?»
14:51«Nadie Piresauberlou». Leonardo dio unos pasos hacia atrás, respirando con dificultad. En su mente
14:59se mezclaban el amor, la culpa y un miedo insoportable. «Dios mío, ¿qué hemos hecho?»
15:07Irene lo miró irse, sabiendo que acababa de desencadenar una tormenta que nadie podría detener.
15:14Leonardo caminaba sin rumbo por el jardín. Con el rostro desencajado y el alma desgarrada,
15:21el eco de las palabras de Irene lo perseguía como un latido. «Bárbara está embarazada». Aquella frase
15:29se repetía en su mente una y otra vez, hasta volverse insoportable. Se sentó en el borde de la
15:36fuente, hundiendo las manos en el agua helada. Su respiración era errática, y cada intento por
15:43calmarse solo avivaba la angustia. Recordó los días con Bárbara, los encuentros furtivos,
15:51los besos robados entre los viñedos. Habían sido felices, sí, pero también imprudentes. Ahora
16:00comprendía que su amor, condenado por todos, había dejado una marca irreversible. «Dios mío»,
16:07murmuró, alzando la vista hacia el cielo nublado. «¿Por qué nos castigas así?» De pronto sintió
16:15una mano sobre su hombro. «Era Mercedes». «Irene me contó lo que le dijiste», dijo con voz grave.
16:23Leonardo se giró, con los ojos húmedos. «¿No puedo callar esto, doña Mercedes?» «¿Es mi hijo?» «No
16:33digas eso, ni siquiera». En voz baja lo interrumpió ella. «¿Aquí las paredes escuchan?» Él se levantó
16:42bruscamente. «¿Y quiere que finja que no pasa nada? ¿Que la dejes sufrir sola mientras todos
16:49la señalan?» «Lo que quiero», respondió Mercedes con firmeza, «es que la protejas desde el silencio.
16:57Si el valle se entera, destruirán a tu hermana, a tu madre y a ella». Leonardo bajó la mirada.
17:05«¿Y el niño? ¿También debo esconderlo?» Mercedes lo observó en silencio. En su rostro
17:12se mezclaban la compasión y la tristeza. «No hay respuestas justas, hijo. Solo caminos
17:20menos crueles». En ese instante, Adriana apareció en el umbral, con el rostro desencajado. «¿Qué
17:29ocurre?» «Los vi discutiendo desde la ventana». «Nada que deba saber», respondió Mercedes,
17:36intentando alejarla. «No me mientas», replicó Adriana. «¿Llevas todo el día evitando mis
17:45preguntas?» Leonardo se apartó, sin atreverse a mirarla. Adriana comenzó, pero su voz se quebró.
17:54«Prometí no hablar». La joven lo miró fijamente. «¿Tiene que ver con Bárbara,
18:01verdad? ¿Con su estado?» El silencio confirmó lo que las palabras no podían.
18:07«Odria no retrocedió pálido». «Dios santo», exclamó. «¿Qué le han hecho?» Mercedes se acercó,
18:18sujetándola por los hombros. «No digas nada». «Te lo ruego». «¿Y cómo puedo callar cuando mi hermana
18:26carga sola con una vergüenza que no merece?» Mercedes la miró con dureza. «No es vergüenza lo que pesa
18:35sobre ella, sino amor». Y el amor, hija, no se grita. «¡Se proteique!» Adriana rompió en llanto,
18:44cubriéndose el rostro con las manos. Mercedes la abrazó, sabiendo que ninguna palabra bastaría
18:51para apaciguar el dolor. Mientras tanto, en el despacho del palacio, Hernando Guzmán conversaba
18:58con José Luis. «La pequeña Bárbara sigue enferma, ¿verdad?» Preguntó el marqués con una sonrisa sutil.
19:07José Luis asintió. «Eso dichan». «Curioso. Las jóvenes de esa casa siempre terminan en desgracia.
19:17Primero Irene, luego Adriana y ahora ella». «Quizá el valle no perdona tanta inocencia junta».
19:24José Luis lo miró con desconfianza. «¿Qué insinuá?» «Nada», replicó Hernando, apurando su copa.
19:33«¿Sólo que las apariencias pueden engañar?» «¿Y a veces los pecados florecen donde menos se esperan?»
19:41Mientras el marqués reía, José Luis fruncía el ceño. Algo en su tono le hizo sospechar que sabía
19:48más de lo que debía. Esa noche, Leonardo entró a la habitación de Bárbara. Ella dormía,
19:56respirando con dificultad. Se arrodilló junto a su cama y tomó su mano. «Te juro que no te
20:03abandonaré», susurró. «Nadie sabrá la verdad, pero nuestro hijo conocerá mi nombre». Bárbara se
20:12movió apenas. Sus labios esbozaron una sonrisa frágil, como si lo hubiera escuchado. Leonardo,
20:20con los ojos llenos de lágrimas, supo que acababa de sellar su destino. El sol se filtraba débil entre
20:27las cortinas del palacio, pero el ambiente era más frío que la bruma de la mañana. Los rumores empezaban
20:35a deslizarse por los pasillos, como serpientes entre la hierba. Nadie hablaba abiertamente,
20:42pero todos sabían que algo ocurría con la joven Bárbara. La versión oficial era la de una
20:48enfermedad repentina, una fiebre nerviosa provocada por la tensión del compromiso de su hermana. Sin
20:55embargo, el valle nunca fue terreno fértil para los secretos. En la cocina, Pepa intentaba aparentar
21:02la normalidad, sirviendo pan caliente y café, pero sus manos temblaban. Alejo entró con paso
21:09cauteloso. «Te he visto callada desde hace días», le dijo. «¿Qué está pasando, Pepa?». Ella lo miró,
21:18vacilante. «No me pidas respuestas que no puedo dar». «No quiero hacerle daño a nadie», replicó él. «Pero
21:27si lo que sospecho es cierto, todo esto puede acabar muy mal», Pepa suspiró. «Alejo,
21:35hay verdades que no traen alivio, sino ruina. Y esta es una de ellas». «Entonces no lo niegas»,
21:44respondió él, bajando la voz. «Es cierto, ¿verdad?». Ella se llevó una mano al pecho,
21:51con los ojos húmedos. «Sí, pero prométeme que no lo repetirás». «Por tu vida,
21:58no lo digas a nadie». Alejo se apartó unos pasos, con el rostro desencajado. «¿Y el
22:06padre?». «No lo preguntes», respondió Pepa. «Ya sabes quién es». El silencio fue más elocuente
22:15que cualquier palabra. Alejo golpeó la mesa con rabia contenida. «Entonces el valle arderá».
22:24En ese momento, Isabel apareció en la puerta. «¿De qué hablaban?», preguntó con voz fría.
22:32«De nada», respondió Pepa con rapidez. «Cosas de cocina». Isabel la observó unos segundos antes
22:39de marcharse, pero su mirada decía que no se creía una palabra. En cuanto se fue, Alejo susurró. «Si
22:48la duquesa se entera, no tendrá piedad. Por eso debemos protegerla», dijo Pepa, con determinación.
22:57«Si el pecado existe, también existe el perdón». Mientras tanto, en el pueblo, la noticia ya había
23:05empezado a deformarse. Algunos decían que Bárbara había intentado quitarse la vida. Otros, que había
23:12sido víctima de una enfermedad vergonzosa. La gente murmuraba en los mercados. Las mujeres fingían
23:19rezar mientras lanzaban juicios. Y los hombres discutían en las tabernas, convencidos de que el
23:26escándalo pronto estallaría. En la casa pequeña, Mercedes intentaba contener el daño. Ordenó que nadie
23:34saliera, que las puertas permanecieran cerradas, pero su corazón sabía que el silencio no era
23:40suficiente para detener a la lengua del valle. Esa tarde, Irene regresó del palacio con el rostro
23:47desencajado. «José Luis y el marqués están hablando de Bárbara», anunció con voz temblorosa.
23:54«Dicen que su enfermedad no es lo que parece». «¿Cómo lo saben?», preguntó Mercedes, alarmada.
24:02«No lo sé», respondió Irene. «Pero si el marqués lo sospecha, no tardará en usarlo contra
24:09nosotros». Adriana apretó los puños. Ese hombre no descansará hasta vernos destruidas. Mercedes las
24:19miró a ambas. «¿Entonces no le daremos el gusto? Nadie más hablará de esto. ¿Me oyeron? A partir de hoy,
24:29Bárbara está en reposo por agotamiento nervioso. Ni una palabra más». Pepa asintió, aunque su mirada
24:38reflejaba angustia. Alejo, desde la ventana, observó el horizonte. «El valle huele a tormenta», murmuró.
24:47«¿Y cuando estalle, no habrá casa que quede en pie?». Las mujeres se miraron entre sí, sabiendo que la
24:54verdad, por muy oculta que estuviera, ya había comenzado a respirar. El marqués Hernando de
25:00Guzmán no necesitaba pruebas para sentirse poderoso. Bastaba con una sospecha para usarla
25:07como arma. Aquella tarde, en su despacho, recibía a José Luis con un aire de falsa cordialidad. El duque,
25:16cansado de intrigas, había acudido para hablar de negocios, pero Hernando, ya tenía otro tema en
25:23mente. «He oído que la pequeña Bárbara no mejora», dijo con una sonrisa venenosa, sirviendo dos copas
25:30de vino. José Luis lo miró con recelo. «No te preocupes por eso». «¿No es asunto tuyo?». «Oh,
25:40claro que lo es», replicó el marqués. Todo lo que ocurre en este valle termina siéndolo. José Luis
25:48frunció el ceño. «Hablas como si supieras más de lo que dices». Hernando se acercó, bajando la voz.
25:57«Digamos que los rumores vuelan, y cuando el río suena, ya sabes». El duque lo observó en silencio. No era
26:07hombre de dejarse manipular, pero sabía que Hernando no hablaba al azar. «No pongas en riesgo lo poco
26:15que te queda de reputación», advirtió José Luis. «¿Este asunto es delicado?». «Delicado, sí». Pero
26:23también útil, respondió el marqués, con su tono más afilado. «Hay alianzas que podrían reforzarse si se
26:31maneja bien».». José Luis apretó los dientes. «¿Estás insinuando que quieres usar el sufrimiento
26:38de esa muchacha para ganar poder?». «No lo insinúo, lo afirmo», dijo Hernando, «sin inmutarse». «¿Tú sabes
26:47tan bien como yo que el escándalo puede hundir o elevar a cualquiera?». «¿Y ahora mismo el nombre
26:54de Salcedo está en boca de todos?». «José Luis se levantó con brusquedad». «Tú eres un
27:01miserable». «¿Y tú?», un ingenuo, replicó el marqués. «Piensa en el rey. Piensa en tu futuro». «Si
27:11juegas bien tus cartas, ese apellido maldito podría servirte». El duque salió sin despedirse,
27:18dejando la puerta abierta tras de sí. Hernando lo siguió con la mirada, satisfecho, tomó un sorbo
27:26de vino y murmuró. «En este valle no hay santos, solo pecadores con mejor fortuna». Mientras tanto,
27:35en la casa pequeña, Mercedes discutía con Adriana. «No podemos quedarnos de brazos cruzados», decía la
27:43joven. «Si esos hombres usan el nombre de Bárbara, la destruirán. Y si salimos a defenderla,
27:51la expondremos», respondió Mercedes. «A veces el silencio es la única defensa». Irene,
27:59que escuchaba desde la puerta, intervino. «¿Y Leonardo? Él podría hablar con su padre.
28:05¿Detenerlo?» No dijo Mercedes con dureza. «Leonardo ya ha hecho bastante. Si el marqués
28:13sospecha de su hijo, lo arrastrará con él». Adriana se llevó las manos a la cabeza. «¿Entonces
28:20qué hacemos?». «Esperar», respondió Mercedes con un temblor apenas perceptible. «Y rezar para que
28:28el mal se canse antes que nosotras». En el palacio, Hernando escribía una carta. Cada palabra era un
28:37golpe maestro de su juego político. Al consejo de la corona. En Valle Salvaje se ha cometido un acto
28:44de deshonor que amenaza el nombre de las familias nobles. Pido discreción, pero también intervención.
28:52Selló el sobre con cera roja y lo dejó sobre el escritorio. Afuera, el viento soplaba con fuerza,
29:00arrastrando polvo y hojas secas. «Que empiece la purga», dijo en voz baja, encendiendo un cigarro.
29:09Esa noche, José Luis volvió a su despacho con el alma dividida. Sabía que el marqués planeaba algo
29:16oscuro, pero también comprendía que, si el rumor del embarazo era cierto, la vergüenza alcanzaría a
29:22todos, incluso a su propio linaje. «¿Hasta dónde estamos dispuestos a mentir?», murmuró, mirando el
29:31retrato de su difunta esposa. «Quizá el valle no se pudre. Quizá siempre fue así». El reloj marcó la
29:39medianoche. La guerra silenciosa acababa de empezar. Adriana despertó sobresaltada por el sonido de un
29:47llanto. Era débil, pero persistente. Se levantó de inmediato, caminando por el pasillo oscuro hasta
29:56llegar a la habitación de su hermana. Bárbara estaba sentada en la cama, con la mirada perdida y el rostro
30:04bañado en lágrimas. «Hermana», susurró Adriana corriendo hacia ella. «¿Qué haces, levantada? ¿Tienes que
30:12descansar?». Bárbara la miró con los ojos rojos. «Ya no puedo seguir fingiendo, Adriana». «¿No puedo?».
30:22«Fingiendo qué?», preguntó. Aunque ya sabía la respuesta, Bárbara bajó la vista hacia su vientre,
30:29acariciándolo con delicadeza. «Lo sé desde donde huir. Lo sentí una noche, cuando todo se derrumbó.
30:39Y ahora está aquí, dentro de mí». Adriana contuvo el aliento, sintiendo un nudo en la garganta.
30:47«¿Por qué no me lo dijiste antes?». «Porque tenía miedo», respondió Bárbara.
30:52«Mi edugiel, y papá, y todos». En ese momento, Irene entró, con el rostro pálido y los ojos
31:02hinchados por el llanto. «¿Ya no tienes que esconderte, hermana?». «Lo sé todo». Bárbara la observó,
31:10temerosa. «¿Tú se lo dijiste a Leonardo?». El silencio fue respuesta suficiente. Adriana se volvió
31:19hacia Irene, furiosa. «¿Cómo pudiste?». Era su secreto. «Tenía que hacerlo», replicó Irene entre
31:28sollozos. No podía cargar sola con esto. Además, él tenía derecho a saberlo. Bárbara se tapó el rostro
31:37con las manos. «Ahora todos lo sabrán y me destruirán». Adriana la abrazó con fuerza. «No dejaré que eso
31:48pase».». «Te lo juro». Pero Irene, desesperada, insistió. «¿No entienden, hermanas?». «¿Esto ya se
31:57salió de nuestras manos?». «El marqués lo sabe?». «¿Y si no lo detiene Mercedes, lo hará público para
32:05arruinarnos?». Bárbara se estremeció. «¿Entonces ya es demasiado tarde?». No dijo Adriana con
32:13determinación. «¿No mientras respire». La tensión crecía con cada palabra. Mercedes entró en ese
32:22instante, con el rostro tenso. «¿Qué está pasando aquí?». «Ya lo sabe todo», respondió Irene,
32:30temblando. Mercedes la fulminó con la mirada. «¿Qué hiciste, niña?». «No podía más»,
32:38replicó ella. «¿No puedo seguir viviendo con mentiras?». Mercedes se acercó a Bárbara,
32:46tomándole el rostro entre las manos. «Hija, escúchame bien. A veces la verdad no salva,
32:54solo destruye. Tienes que ser fuerte». «Ya no puedo ser fuerte», tía respondió Bárbara,
33:01con voz quebrada. «Estoy cansada de vivir escondida». Entonces Mercedes, en un gesto de
33:10ternura desesperada, la abrazó. «¿No estás sola?». «Nadie volverá a tocarche ni a yusgarche. Pero
33:20prométeme una cosa. No dirás ni una palabra fuera de esta casa». Bárbara asintió, aunque sabía que el
33:28silencio ya no bastaría. Esa noche, mientras las hermanas dormían abrazadas, Mercedes se quedó
33:36despierta junto al fuego. Sus pensamientos la consumían. El valle nunca perdona, pero a veces
33:43el amor es más fuerte que el castigo. Afuera, el viento soplaba como un presagio. Desde el bosque,
33:51el ulular de un búho rompía la quietud. Era como si la naturaleza misma anunciara el desastre que se
33:58acercaba. Bárbara, en medio de su sueño, murmuró una frase apenas audible. «No quiero que sufra,
34:07ni él, ni el niño». Adriana, medio dormida, la escuchó y lloró en silencio. A lo lejos,
34:15entre las sombras del jardín, alguien observaba la casa pequeña. Era alejo. Su rostro reflejaba
34:24preocupación y miedo. Había escuchado demasiado, y sabía que si Hernando o José Luis se enteraban,
34:32el valle se teñiría de sangre antes del amanecer. El amanecer se extendió sobre el valle como un lienzo
34:39de fuego. Los primeros rayos del sol apenas lograban disipar la neblina que cubría los campos.
34:46Presagio de un día pesado, cargado de silencios y verdades a punto de estallar. En la casa pequeña,
34:54Mercedes preparaba café con las manos temblorosas. No había dormido. Cada crujido de la madera,
35:02cada ladrido lejano, le recordaba que el tiempo se agotaba. El secreto de Bárbara,
35:08que había jurado proteger, ya estaba fuera de control. Irene entró en la cocina. Con el rostro
35:15desencajado, tía, el marqués mandó un mensajero, dijo, entregándole una carta.
35:22Quiere hablar con usted esta tarde. Dice que tiene asuntos urgentes que discutir. Mercedes apretó el
35:31sobre sin abrirlo. No es difícil adivinar cuáles. ¿Y qué va a hacer? Preguntó Irene,
35:40con voz temblorosa. Lo mismo que llevo haciendo toda mi vida, respondió Mercedes con amargura.
35:47Resistir. En ese instante, Adriana bajó las escaleras, sosteniendo a Bárbara del brazo. La
35:55joven, aún débil, caminaba despacio, pero su mirada había recuperado algo de fuerza.
36:02No quiero esconderme más, dijo con voz suave, aunque firme. Si todos van a hablar, que hablen.
36:10No puedo vivir entre sombras. Mercedes la observó, conmovida por su valentía, pero también aterrada.
36:17No sabes lo que dices, hija. Si el valle descubre tu estado, ¿te condenarán sin juicio? Bárbara se
36:26detuvo frente a ella. ¿Y qué diferencia hay? ¿Ya me condenaron cuando me negaron el derecho a amar?
36:33Las palabras quedaron flotando en el aire. Irene rompió a llorar, abrazando a su hermana.
36:40Adriana las miraba a ambas, sintiendo una mezcla de orgullo y miedo.
36:44Entonces enfrentémoslo, dijo con decisión. Juntas. Mientras tanto, en el palacio,
36:54José Luis hablaba con Hernando frente al ventanal. No me gusta el tono de tu carta,
37:00al consejo, dijo el duque. Estás jugando con fuego. El fuego purifica, respondió el marqués,
37:07con una sonrisa cruel. Y este valle necesita una purga. José Luis lo miró fijamente.
37:15¿Te estás metiendo con mujeres que no pueden defenderse? Oh, vamos, replicó Hernando, alzando su copa.
37:24¿Siempre supiste que el poder no distingue género? José Luis se acercó, bajando la voz.
37:31No eres más que un carroñero. Y tú, un cobarde, replicó el marqués. Al menos, yo no me escondo tras el escudo de la moral.
37:42Antes de que la discusión pasara a mayores, Atanasio entró con prisa.
37:46Señores, un mensaje urgente de la casa pequeña. La señorita Bárbara ha pedido verlos. Ambos hombres se miraron, desconcertados.
37:59José Luis fue el primero en reaccionar. ¿Qué demonios planea Mercedes? Horas después, el salón de la casa pequeña se llenó de un silencio solemne.
38:10Mercedes estaba de pie junto a la chimenea. A su lado, Bárbara, frágil, pero serena.
38:19José Luis y Hernando entraron acompañados de Irene y Adriana.
38:23Gracias por venir, dijo Mercedes. Lo que se diga aquí, no saldrá de estas paredes.
38:32Hernando sonrió, irónico. Eso depende de lo que digan. Basta de insinuaciones, interrumpió José Luis.
38:42Hablemos claro. Bárbara dio un paso adelante.
38:45No necesito defensores, dijo con firmeza. Lo que voy a decir puede destruirme, pero también liberarme.
38:55El silencio fue absoluto. Estoy esperando. Un hijo continuó.
39:01No por pecado ni por engaño, sino por amor.
39:05Hernando soltó una carcajada, pero Mercedes lo detuvo con una mirada fulminante.
39:11Si te atreves a decir una palabra más, juro que te saco de mi casa a golpes.
39:18José Luis permaneció inmóvil, sin saberse admirar o temer la valentía de aquella muchacha.
39:25Irene rompió a llorar, mientras Adriana sostenía a su hermana, orgullosa.
39:31No hay más que decir, añadió Mercedes.
39:34El valle podrá juzgar, pero aquí, bajo este techo, solo hay una ley, la del amor.
39:42José Luis bajó la cabeza.
39:45Hernando, sin palabras, se marchó.
39:49Y cuando el portón se cerró tras él, un rayo de sol entró por la ventana, iluminando el rostro de Bárbara.
39:56El valle había escuchado su verdad, y nada volvería a ser igual.
40:00¡Gracias!
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