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  • hace 12 horas
Raquel Navarro Muñoz, de 49 años, vuelve a la calle San Joaquim de Paiporta, donde la dana de 2024 arrasó su vida y la de muchos vecinos. Al doblar hacia la calle Benlliure, el ramo de rosas rojas que cuelga en la ventana del número 20 —la casa de su tío— le devuelve el dolor intacto. Señala los restos de la destrucción mientras recuerda el barro, los coches apilados y el esfuerzo desesperado por limpiar. Frente a la vivienda, acaricia las flores y rompe a llorar. “Me dijeron que no entrara, pero quise despedirme de él”, confiesa. Su tío murió sin poder salvarse, como tantas otras víctimas, y el recuerdo la paraliza: apenas ha vuelto desde entonces.

La periodista que la acompaña la conoció un año antes, el 31 de octubre de 2024, dos días después del temporal. En aquel momento, Paiporta seguía aislada: sin agua, luz, comida ni cobertura. Las calles estaban cubiertas de barro y los negocios, destrozados o saqueados, incluso los de productos básicos. A solo cinco kilómetros de una Valencia intacta, el municipio se había convertido en un escenario devastado, donde miles de vecinos sobrevivían entre la pérdida, el silencio y la desolación.

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