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  • hace 11 horas
El ahorro no depende únicamente del dinero que se tiene, sino de la costumbre de gestionarlo con conciencia. Hay personas con ingresos modestos que consiguen guardar una parte de lo que ganan gracias a una disciplina aprendida: comparar precios, evitar compras impulsivas o separar una pequeña cantidad cada mes. Este hábito convierte el ahorro en una práctica cotidiana, más ligada a la constancia que a la cantidad.

En cambio, quienes disponen de mayores recursos económicos pero carecen de esa cultura del ahorro suelen gastar sin planificación, dejando escapar la oportunidad de crear un colchón financiero. Por eso, más que una cuestión de capacidad económica, ahorrar es una forma de pensar. Implica asumir que la estabilidad no se construye con grandes sumas, sino con pequeñas decisiones repetidas en el tiempo.

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