Es una de las preguntas recurrentes. Junto a eso, tan repetido, de si echaremos a Sánchez de La Moncloa y cuándo, algo que también me suele plantear la gente, en plena calle, es si el marido de Begoña acabará o no en la cárcel.
El ser humano tiende a confundir deseos con realidades, pero voy a tratar de ser frío y ecuánime, lo que no es sencillo dada mi naturaleza y lo encabronado que está el panorama.
No existen precedentes en la democracia española de que un presidente del Gobierno haya sido juzgado por tropelías perpetradas mientras ejercía el cargo y enviado a prisión.
Se han visto condenas a presidentes autonómicos y altos cargos de partidos políticos. Lo de los ERE andaluces es un claro ejemplo, aunque también la prueba de que estos mangantes que viven de nuestros impuestos buscan siempre resquicios y no pisan el calabozo o se van de rositas.
Me cuesta aceptar que seguiremos con semejante laxitud y me gusta imaginar que llegado el día, el amo del PSOE pague por sus pecados y no todo se solvente metiendo brevemente en la trena al putero Ábalos, al capataz Koldo, al conseguido Cerdán y a otros caraduras.
Si Sánchez es el jefe de la cuadrilla, el capo de la banda y la clave de todos los apaños, desde el de su hermano músico al de su mujer catedrática, pasando por el latrocinio de las mascarillas a los sobres con ‘chistorras’, ‘soles’ y ‘lechugas’, lo lógico, lo justo, lo razonable y lo moral es que se coma el marrón.
La magnitud de las operaciones delictivas y la red de corrupción son tan amplias y tentaculares que rompen cualquier precedente conocido.
Eso lo tienen que tener muy claro Feijóo, cuando el próximo 30 de octubre de 2025 comparezca Sánchez ante la comisión de investigación del Senado.
Esa citación y el interrogatorio sin límite de tiempo son sólo el inicio. Un elemento para nutrir la causa judicial, con las contradicciones y mentiras que el líder socialista soltará en cadena.
Es una oportunidad de oro y los del PP están moralmente obligados a hacerlo de cine y conseguir que ese ‘banquillo’ sea el antecedente de otro mucho más duro: el del Tribunal Supremo.
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