Ésa es la llama que quiero encender en tu corazón hoy, para que cada latido sea un paso firme hacia lo que anhelas. Porque en la vida, cuando las nubes parecen cerrar el cielo, tu visión tiene el poder de abrir senderos donde otros sólo ven muros. Imagínate despertando cada mañana sabiendo que aquello por lo que luchas tiene un rostro claro, tiene sentido, tiene valor, aunque el ánimo flaquee. Ese es tu faro: una idea, un propósito, la certeza de que lo que haces importa.
Cuando te enfrentas al vacío, a la duda, al silencio interior, tu visión actúa como un farol en la tormenta. Puede que las emociones flaqueen, que la motivación se esconda en los pliegues de lo cotidiano, pero esa visión sigue viva dentro de ti, aguardando ser avivada otra vez. No permitas que el desánimo borre los contornos de tus sueños. En los momentos más oscuros, recuerda por qué comenzaste. Ese motivo profundo que te impulsaba: ayudar, crear, transformar, amar, enseñar, construir. Encuentra ahí la fuerza, porque la visión no depende del ánimo, depende de tu decisión.
Es normal sentirse agotado, confundido o desorientado. No estás solo si piensas que ya no hay inspiración, que ya nada resulta nuevo, que ya no tienes energía para continuar. Todos los seres humanos pasamos por rachas en que la motivación escasea. Lo que marca la diferencia es aquello que mantienes cuando la motivación se agota: la visión. Mantén la visión, incluso cuando falte la motivación es un recordatorio que debes repetir como un mantra: porque cuando la motivación desaparece, la visión se convierte en tu brújula.
La disciplina empieza donde termina el entusiasmo. Cuando tus fuerzas físicas o emocionales se debilitan, cuando todo pareciera pesar, la visión es el motor silencioso que sigue funcionando cuando el resto se para.
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