En lo alto de la provincia de Salamanca, abrazado por la Sierra de Béjar, se encuentra Candelario, un pequeño pueblo que parece detenido en el tiempo. En este escondido destino, el agua recorre cada una de sus calles empedradas y llama a cada una de las batipuertas de cada una de las casas que han visto pasar generaciones enteras. Muy cerca, los bosques rodean el rincón salmantino con fascinantes vistas sobre la Sierra de Béjar, donde el tiempo se mide en tradiciones vivas, aromas serranos y leyendas que aún caminan por sus callesean al pueblo con senderos que llevan a cascadas y miradores, mientras la iglesia y la ermita dan fe de su alma serena y antigua. En Candelario, la historia no se guarda en libros, se representa en sus fiestas, se camina por sus cuestas y se respira en cada rincón. Cada agosto, los vecinos reviven con orgullo una boda del siglo XIX, luciendo trajes de época y llenando de música y emoción las empinadas calles, y cuando llega el invierno, las tradiciones cobran fuerza con celebraciones como La Candelaria o el Belén viviente.