Todo comenzó como una noche cualquiera… Cepillaba mi cabello frente al espejo, sumida en mis pensamientos, cuando noté algo que hizo que se me helara la sangre: mi reflejo no me estaba imitando.
Levanté la mano hacia mi rostro, pero mi reflejo permaneció inmóvil. Pensé que era un juego de sombras… hasta que me sonrió. No fue una sonrisa amable, fue fría, vacía… inhumana.
Me incliné más cerca, paralizada por el terror, y entonces el reflejo levantó su mano. Pero no era para imitarme, era para señalar la puerta que tenía detrás. Me giré de inmediato… no había nadie.
Y cuando volví al espejo… yo ya no estaba.
Un susurro rompió el silencio detrás de mí: "No deberías haber mirado".
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