La luz me atrae. La luna me alucina, con un embeleso que llega a ser embrujo.
La luz me atrapa. Las ténues telarañas me enganchan, tejiendo y destejiendo mi apego por la vida.
La luz me encandila. Me hace vivir en primavera; me deslumbra en invierno
La luz me llama. En el otoño es una puerta, entreabierta, que me tienta; es un escalón de fulgor, un suelo brillante, camino de piedra y resplandor
La luz me apunta al cielo. Los arcos en ojiva, los ábsides dorados, me llevan al éxtasis, que es un arrobamiento, una elevación hacia un dios trino.
La luz me recuerda el alma que brilla por encima del barro y de la piedra, y adivina la contraluz de una ventana lejana y estrecha, más allá de la vida.