Una semana exactamente después de la abdicación sorpresa de Juan Carlos I en favor de su hijo Felipe, el escándalo de corrupción que implica a la infanta Crisitina y a su marido incordia de nuevo a la monarquía española.
Desde hace dos años y medio, la pareja está apartada de todas las actividades oficiales de la familia real. Incluido el día de la proclamación de Felipe VI en el Parlamento. En la tribuna, solo Sofía, su madre y Elena, su hermana, saludaban al nuevo rey, de quien se espera que encarne la renovación de una institución en declive de popularidad.
Y sin embargo, durante mucho tiempo, Cristina de Borbón y Grecia ha prestado su imagen de modernidad a la monarquía: es la primera mujer de la familia real española universitaria, es licenciada en Políticas, y protagonizó una boda de cine con Iñaki Urdangarín, un deportista recompensado en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Una unión colmada con el nacimiento de cuatro hijos.
Es además una mujer que trabaja: dirige el departamento social de la Fundación La Caixa en Barcelona y es presidenta de honor de la Comisión española de la Unesco.
Pero el espejismo se desvanece en diciembre de 2011, cuando el juez de instrucción de Palma de Mallorca imputa a su marido, Iñaki Urdangarín por desvío de fondos públicos por valor de 6,1 milliones de euros vía el instituto Nóos, una empresa sin ánimo de lucro que Urdangarín presidió entre 2003 y 2006.
Pese a los esfuerzos de Urdangarín para exculpar a su mujer ante el juez, el magistrado continúa su investigación, e imputa también a la infanta. En España la conmoción es enorme.
Casi siete meses después, la imputación de Crisitina se mantiene. En las calles de Madrid, las reacciones son inequívocas:
“Normal, ¿no?, afirma este joven. Se supone que la justicia tiene que ser igual para todos, osea que me parece bien”.
“Pues porque si ha cometido un error, añade esta madrileña, pues lo tiene que pagar igual que todo ciudadano”.
Desde hace dos años y medio, la pareja está apartada de todas las actividades oficiales de la familia real. Incluido el día de la proclamación de Felipe VI en el Parlamento. En la tribuna, solo Sofía, su madre y Elena, su hermana, saludaban al nuevo rey, de quien se espera que encarne la renovación de una institución en declive de popularidad.
Y sin embargo, durante mucho tiempo, Cristina de Borbón y Grecia ha prestado su imagen de modernidad a la monarquía: es la primera mujer de la familia real española universitaria, es licenciada en Políticas, y protagonizó una boda de cine con Iñaki Urdangarín, un deportista recompensado en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Una unión colmada con el nacimiento de cuatro hijos.
Es además una mujer que trabaja: dirige el departamento social de la Fundación La Caixa en Barcelona y es presidenta de honor de la Comisión española de la Unesco.
Pero el espejismo se desvanece en diciembre de 2011, cuando el juez de instrucción de Palma de Mallorca imputa a su marido, Iñaki Urdangarín por desvío de fondos públicos por valor de 6,1 milliones de euros vía el instituto Nóos, una empresa sin ánimo de lucro que Urdangarín presidió entre 2003 y 2006.
Pese a los esfuerzos de Urdangarín para exculpar a su mujer ante el juez, el magistrado continúa su investigación, e imputa también a la infanta. En España la conmoción es enorme.
Casi siete meses después, la imputación de Crisitina se mantiene. En las calles de Madrid, las reacciones son inequívocas:
“Normal, ¿no?, afirma este joven. Se supone que la justicia tiene que ser igual para todos, osea que me parece bien”.
“Pues porque si ha cometido un error, añade esta madrileña, pues lo tiene que pagar igual que todo ciudadano”.
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