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  • 20/12/2013
La economía rusa necesitaba la excarcelación de Mijaíl Jodorkovski para ganar en credibilidad. Así lo ha entendido el presidente, Vladímir Putin, que ve como el país es el que crece menos de los emergentes. Solo un 1,3 por ciento en el tercer trimestre. La amnistía decretada por Putin, diez años después de una detención difícil de justificar con los parámetros de una economía de mercado, busca volver a atraer las inversiones internacionales cuando el sistema paraestatal de exportación de hidrocarburos se agota ante unos flujos mundiales inestables.

Jodorkovski se había convertido en 2003 en la mayor fortuna de Rusia (se calcula que 6.000 millones de euros), gracias a la compañía petrolera Yukos. Pero el magnate se desplegaba también en otros sectores industriales y sociales, siguiendo el credo liberal de formar grandes grupos económicos que contrarrestaran el poder del Estado.

La historia se terminó allí. Su imperio valorado en unos 34.000 millones de euros fue liquidado y vendido mayoritariamente a la empresa pública Rosneft. Esta ha continuado explotando y distribuyendo el petróleo de los yacimientos, pero su ambición nunca ha sido diversificarse y aliarse con otras compañías internacionales.

El resultado es que, una década después, el sistema productivo ruso aparece caduco y poco fiable. Las imágenes de Jodorkovski en los campos de trabajo primero siberianos y, luego, cerca del Círculo Polar Ártico no eran la mejor forma de atraer el capital extranjero. Más bien, este se ha ido yendo cada vez más rápido.

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