Los debates electorales han demostrado ser un elemento fundamental para elegir a un presidente. Lo ha demostrado así toda la serie de enfrentamientos que los candidatos han realizado en Estados Unidos.
La presencia serena de Kennedy y los nervios de Nixon ante las cámaras y los telespectadores fueron decisivos en el primer debate televisado en 1960.
Gerald Ford comprobó lo peligroso que es negar la evidencia. Y Reagan demostró que el carisma es un importante arma para ganar unas elecciones.
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