Es probable que Sueños de trenes, la nouvelle de Denis Johnson publicada originalmente en 2002, no pidiera a gritos ser adaptada al medio audiovisual. Pero la tentación siempre está al alcance de la mano: a pesar de su acción concentrada y las tonalidades impresionistas del estilo narrativo, la trama es diáfana y los alcances de sus reflexiones sobre el cambio de época directas. Afortunadamente, el realizador Clint Bentley –el director de Jockey y coguionista de Las vidas de Sing Sing– no optó por una traducción de corte naturalista sino, por el contrario, se empeñó en apoyarse en una traslación ligeramente poética, aunque sin abandonar la lógica de las acciones, reacciones y contextos del relato. A lo que más se parece, de manera muy distintiva, la película Sueños de trenes, la historia de un leñador de Idaho a comienzos del siglo XX, es a los largometrajes de Terrence Mallick, en particular los de su primera etapa. Influencia que el propio Bentley, en modo Salieri, reconoció en prácticamente todas las entrevistas.
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