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  • hace 1 hora
El Palacio de Gobierno de Morelia parecía la noche de este lunes más un bunker acorazado que un noble edificio colonial. Durante dos días ha sido el epicentro de las protestas detonadas por el asesinato de Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan, tiroteado a quemarropa en la plaza del pueblo. Cinco líneas de vallas y una estructura gigante de metal protegía el portón principal de entrada, por donde la noche del domingo una muchedumbre irrumpió al interior del edificio. Ya desde dentro, reventaron los cristales y arrojaron muebles por las ventanas. Un día después, se repitieron los altercados con más protestas de estudiantes frente al Palacio, generando una batalla campal con la policía. La indignación y la furia se ha extendido además a otros puntos del Estado. En Uruapan, llegaron a quemar monumentos y en Apatzingán, el corazón de Tierra Caliente, otro grupo de manifestantes también logró entrar en el palacio municipal de Gobierno y prender fuego dentro de las instalaciones.

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