En el debate político español pocas cuestiones generan tanto ruido social como el precio de la cesta de la compra.
Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, ha sido el rostro visible de la última subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI): 50 euros más al mes, situando el mínimo en 1.184 euros mensuales repartidos en 14 pagas.
La ministra defiende que este incremento permite a las familias “dar pescado a sus hijos”, pero la realidad cotidiana en los supermercados parece menos optimista. El “terror en el supermercado” ya no es solo una hipérbole mediática: es el retrato fiel de la angustia de muchas familias al enfrentarse al lineal de la fruta o el pescado.
La propia Díaz, en una reciente intervención pública, reconocía haber pagado “30 euros solo en fruta” durante una compra semanal. "Hay familias que no pueden permitírselo", sentenció, dejando claro que la subida del SMI, aunque bienvenida, sigue sin garantizar el acceso a una alimentación variada y saludable. El testimonio, entre la anécdota y la denuncia social, ha reavivado el debate sobre la eficacia real de las medidas económicas en la vida cotidiana de los españoles.