No ha sido fácil para el surcoreano Bong Joon-ho filmar en Estados Unidos. Por el idioma y las muchas veces insalvables diferencias culturales, desde ya, pero sobre todo porque en sus dos experiencias tuvo problemas por la potestad del control creativo. En el caso de Snowpiercer, pagó el derecho de piso con un duro tire y afloje con el distribuidor Harvey Weinstein –años antes de que se conocieran sus delitos sexuales– por la reducción o no del corte original para el lanzamiento norteamericano. Ahora atravesó un proceso de posproducción extenso y enredado, al punto que su estreno se postergó cuatro veces a lo largo del último año. A eso se suma el detalle nada menor de que es la película posterior al batacazo de Parásitos en el Oscar de 2020, por lo que tendrá muchos más ojos (y más atentos) dispuestos a escrutarla. Y Mickey 17 no parece haber sido la mejor elección para alguien que probablemente haya tenido otras mil ofertas.