Robert Provine, un neurobiólogo del comportamiento de la Universidad de Maryland, quiso investigar por qué las personas se ríen, y para ello encargó a sus alumnos que con lápiz y papel recorrieran el Campus anotando los "episodios de risa" que observaran, y que especificaran al mismo tiempo el motivo de cada episodio. En un tiempo dado ellos registraron 1200 episodios de risa. El resultado sorprendió, ya que muy pocos de ellos eran provocados par algún chiste o un hecho divertido. La mayor parte de las risas seguían a un hecho mundano, como cuando se decía: ¡que bueno encontrarte!, o "¿podríamos salir juntos?". Sólo en un 10 a 20% de los episodios tenían que ver con un chiste o un hecho divertido que la hubiera desencadenado.
Parece que hay que distinguir entre la risa a carcajadas de la risa con disimulo, habiendo toda una escala entre una y otra, pudiendo ser distintas también las motivaciones en cada caso. Un chiste provoca un ataque de risa, porque en la narración de un episodio surge algo inesperado, fuera de contexto. Mientas más inesperado, más risa provoca. En toda narración hay una lógica, pero si en ella aparece abruptamente una contradicción, que se aleja de la lógica, la mente parece reaccionar produciendo una explosión de risa. Mientras más abrupta es la salida de la lógica, más gracioso es el chiste. Evidentemente es una respuesta emocional que se da automáticamente, y cuyo origen tiene que estar necesariamente en alguna parte del cerebro. En este sentido, es muy importante la reciente observación realizada por investigadores de la Universidad de California, que en seres humanos han ubicado un lugar especifico del cerebro, que corresponde al centro de a risa. ltzhak Fried y sus colaboradores, en su trabajo, relatan que cuando se estimula ese punto preciso por medio de electrodos, el paciente sonríe, y si la estimulación es más intensa, estalla en carcajadas.