El socialista Sánchez, el etarra Otegi y el silencio de los borregos: Bono, Page, Ibarra, Vara...
- hace 3 años
A Pedro Sánchez, que desconoce lo que es la coherencia o la moral, le resulta fácil y hasta se siente cómodo abrazado a los etarras, cuando comprueba que el coste electoral de ese chalaneo no es excesivo.
Da la impresión de que al PSOE, que cada día es más guerracivilista y menos ético, le ocurre lo mismo, pero no siempre ha sido así.
Asociarse con Bildu, con los herederos de los etarras, con quienes asesinaron a Fernando Múgica y 438 españoles más cuando mandaba Selipe González en la Moncloa, fue inicialmente de muy difícil digestión en el socialismo.
A pesar de que se impone defender el cargo, cobrar un buen sueldo y chupar del bote y que para eso es imprescindible contar con el beneplácito de Sánchez, no todos en el partido aceptaba de salida normalizar la negociación con los criminales, hacerse fotos, elevarlos a la categoría de socios.
El abrazo a ETA, a los golpistas catalanes y antes a Podemos levantó ampollas entre muchos líderes territoriales.
Pero a Sánchez se la trae al pairo. Necesitado siempre de sumar: para su investidura, para los Presupuestos Generales del Estado, para el estado de alarma... se agarra a lo que sea.
Y decidió que los cinco parlamentarios de Bildu, al igual que los de ERC, son claves para que él pueda seguir durmiendo en La Moncloa, viajando en Falcón y veraneando en La Mareta a cuenta del contribuyente español.
Desde la dirección socialista se trató desde el principio de hacer un ejercicio de pedagogía.
Desde los primeros compases, sobre todo a raíz de su primer apoyo a los Presupuestos, los socialistas se esforzaron por presentar a Bildu como un "partido democrático que cuenta con toda la legitimidad"; de que tenían, incluso, "más sentido de la responsabilidad que el PP"; o que sus votos eran "valientes y patriotas".
Y los Bono, Page, Ibarra, Vara... que tanto habían levantado la voz contra los pactos antinatura se callaron como puertes.
¿Sabe alguien dónde se han metido la lengua?
Da la impresión de que al PSOE, que cada día es más guerracivilista y menos ético, le ocurre lo mismo, pero no siempre ha sido así.
Asociarse con Bildu, con los herederos de los etarras, con quienes asesinaron a Fernando Múgica y 438 españoles más cuando mandaba Selipe González en la Moncloa, fue inicialmente de muy difícil digestión en el socialismo.
A pesar de que se impone defender el cargo, cobrar un buen sueldo y chupar del bote y que para eso es imprescindible contar con el beneplácito de Sánchez, no todos en el partido aceptaba de salida normalizar la negociación con los criminales, hacerse fotos, elevarlos a la categoría de socios.
El abrazo a ETA, a los golpistas catalanes y antes a Podemos levantó ampollas entre muchos líderes territoriales.
Pero a Sánchez se la trae al pairo. Necesitado siempre de sumar: para su investidura, para los Presupuestos Generales del Estado, para el estado de alarma... se agarra a lo que sea.
Y decidió que los cinco parlamentarios de Bildu, al igual que los de ERC, son claves para que él pueda seguir durmiendo en La Moncloa, viajando en Falcón y veraneando en La Mareta a cuenta del contribuyente español.
Desde la dirección socialista se trató desde el principio de hacer un ejercicio de pedagogía.
Desde los primeros compases, sobre todo a raíz de su primer apoyo a los Presupuestos, los socialistas se esforzaron por presentar a Bildu como un "partido democrático que cuenta con toda la legitimidad"; de que tenían, incluso, "más sentido de la responsabilidad que el PP"; o que sus votos eran "valientes y patriotas".
Y los Bono, Page, Ibarra, Vara... que tanto habían levantado la voz contra los pactos antinatura se callaron como puertes.
¿Sabe alguien dónde se han metido la lengua?