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El hermano de un novelista, escritor, está celoso de su éxito y, habiendo bebido demasiado vino, provoca una pelea en la que golpea al otro. Al inclinarse sobre el cuerpo, se horroriza al ver que no puede obtener respuesta a sus frenéticos esfuerzos de reanimación. Presa del pánico, huye de la habitación. El sirviente, acabada su jornada, abandona la casa. De repente, el pusilánime hermano, oye un ruido y, escabulléndose detrás de una cortina, ve entrar una figura por una ventana. El recién llegado es un muchacho, víctima de un ladrón, que espera fuera de la ventana por la que le ha ayudado a trepar. El chico entra en la oscura habitación donde el cuerpo yace en el suelo, y el culpable, con una inspiración repentina, lo encierra y luego sale corriendo para avisar a la policía. La luz de la linterna en la mano del muchacho se proyecta en el rostro cadavérico, y tras comprobar el cuerpo el joven ladrón retrocede aterrorizado. Al ver que no puede escapar de la habitación intenta esconderse de la policía, a la que oye tras la puerta. Sin embargo, le capturan y le someten al tercer grado, mientras el culpable se queda paralizado y permite que otro sea acusado de su crimen. En la otra habitación, un enfermero de la ambulancia trabaja sobre el supuesto cadáver. De repente se abre la puerta y aparece el "muerto", ayudado por el enfermero. El infeliz, a punto de confesar para salvarse de más torturas psíquicas (poli bueno, poli malo), suelta una tonta risa de alivio; el culpable se queda mirando; la policía y el enfermero salen de la casa. Ante la enormidad de su pecado, el culpable rehúye los ojos acusadores de su hermano, pero finalmente este le ofrece el perdón. El muchacho, por un tiempo libre de las garras del ladrón que le tenía sometido, vive honestamente cuando el genio maligno vuelve a cruzarse en su camino. Sin embargo, un policía interviene y, a partir de entonces, es libre de vivir honestamente.