Alfonso Rojo y Pedro Fernández Barbadillo: "El riesgo de quedarse fuera en Madrid ponía en riesgo el pago del chalet de Iglesias"
  • hace 3 años
Pablo Iglesias ya está en Madrid con sombra municipal de sereno o de alguacilillo, que esa pinta se le ha quedado al bajar del Gobierno, una pinta entre autoridad de plazoleta y de matadero. A Ayuso ya le ha dicho que “es más que probable que cuando se la investigue de verdad acabe en prisión”.

Iglesias es capaz, a la vez, de apelar a la presunción de inocencia con sus tarjetitas y líos y consultoras, de defender que los presos los decidan los partidos y no los tribunales, y de adelantar a sus adversarios una cárcel que es más un infierno, ese infierno goloso en el que se regodean los curas con los pecadores retorciéndose desnudos. “

Derecha criminal”, ha dicho, como cuando se maldicen tribus enteras o 7 generaciones de algún impenitente. Madrid no parece en principio más criminal que cualquier otro sitio. Desde luego, menos que Gomorra o Cataluña. Pero Iglesias tenía que aterrizar en Madrid entre el asombro y el casticismo, una cosa entre profeta y el Spiderman gordo de la Plaza Mayor.



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