Nanette Renfrae, después de una ardua temporada de torbellino social, decide pasar un verano tranquilo en un balneario apartado. El lugar elegido es uno frecuentado por la clase media, donde se siente libre de las atormentadoras atenciones del sexo masculino a la que su belleza ha inducido en el pasado. Llega sin ostentación acompañada sólo de su doncella, pero su extrema pulcritud y gracioso porte pronto cautiva al contingente masculino del lugar ante la rabia celosa de las otras mujeres que se sienten apartadas. Ella no puede moverse, porque siempre hay una veintena de admiradores presentes. Un paseo por la playa, un paseo por el parque son atendidos invariablemente por un regimiento de galantes, hasta que para ella se convierten en una verdadera plaga. Uno habría sido aceptable, pero veinte, bueno, parece que está destinada a pasar el tiempo recluida en su habitación. La criada, sin embargo, es ingeniosa y sugiere una nueva forma de deshacerse de las molestos moscones. Viste a Nanette con un traje de baño y se pone un espantoso par de medias forradas con algodón crudo, lo que le da un aspecto gigantesco, al menos en lo que respecta a sus pantuflas. Por supuesto, los atormentadores persistentes huyen presas del pánico cuando la contemplan; pero hay que saber que "nadie más que los valientes merecen lo justo", y el comodoro Fitzmorris se queda, dejando así una decidida impresión en Nanette. Puede imaginarse el disgusto de los demás cuando se enteran del engaño. Fitzie es ahora el favorito. En cuanto a los demás, son un grupo descontento, porque las otras chicas, antes menospreciadas, se muestran indiferentes con ellos.