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  • hace 5 años
Aranjuez (Madrid), 29 jun (EFE).- (Imagen: Ángel Herrera) Un espejo cuelga de una de las paredes de la UCI del Hospital del Tajo en Aranjuez. Lo colocó allí una enfermera para que los trabajadores sanitarios pudieran mirarse de vez en cuando, en medio de la vorágine, y comprobar que seguían protegidos mientras trataban a los enfermos de la COVID-19.
 
Ese espejo ha sido testigo de los momentos más duros vividos en este centro sanitario de la Comunidad de Madrid que pese a su tamaño menor y su radio de acción -cinco municipios y una población de referencia de 84.000 personas- ha vivido esta crisis con mucha intensidad.
 
Ahora, el hospital ha entrado en esa nueva normalidad que se confunde por momentos con la vieja, con escenas habituales como las filas para pedir cita, las esperas para la extracción de sangre o la zona quirúrgica a pleno rendimiento.
 
Y cuando parece que todo vuelve a ser como antes, otras imágenes nos recuerdan que todo, en realidad, ha cambiado.
 
Empezando por la gran pantalla colocada en el recibidor del centro, una donación de estos meses que el hospital utiliza para dar la bienvenida con un vídeo de recomendaciones de higiene y seguridad contadas por una enfermera de urgencias.
 
Mascarillas, dispensadores, señales, cartelería. No falta nada. O sí: Las sillas de en medio en filas de tres asientos que han retirado para que nadie espere pegado a nadie.
 
Es el mismo hospital que antes del coronavirus. Pero es también otro. Como le ocurre a su trabajadores.
 
LA NECESARIA ELASTICIDAD
 
El gerente del Hospital del Tajo, Antonio Romero, explica a Efe cómo se está viviendo esta nueva etapa.
 
Por un lado está toda la reorganización asistencial, con los circuitos diferenciados que garanticen la distancia entre enfermos y posibles infectados del virus del resto, y lo que denomina plan de "elasticidad", o lo que es lo mismo, estar preparados para posibles rebrotes.
 
Lo resume en una frase: "Ordenar lo que se ha hecho durante la crisis de manera desordenada".
 
Se trata del aprovisionamiento de material, para contar con una reserva estratégica que permita funcionar, y de tener todo listo por si hay que reorganizar plantas y áreas, por si hay que volver a duplicar camas o, en el caso de la UCI, triplicarlas.
 
Y por otro lado está la "gestión de las emociones". Así define Romero este momento en el que todo el mundo tiene "inquietudes, ansiedad y miedo" ante una enfermedad que no ha terminado de irse y en el que también pesa mucho el cansancio de quienes han trabajado sin tregua para combatirla.
 
UN EQUIPO MULTIDISCIPLINAR CONTRA LAS SECUELAS
 
El trabajo que toca ahora hacer es diferente pero intenso, porque se trata de garantizar tanto la seguridad del profesional como del paciente. Un proceso en el que "para dar un paso hay que coger mucha, mucha carrerilla", en palabras del jefe del servicio de neumología, Fernando González Torralba.
 
Él es el encargado de coordinar la puesta en marcha del "ConCOVI

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