Madrid, 14 jul (EFE).- El papel de España en el éxito de la misión Apolo 11 es sobradamente conocido; el azar quiso también que la histórica comunicación de Neil Armstrong a la Tierra ("The Eeagle has landed") fuera recibida por la estación que la NASA construyó en Fresnedillas de la Oliva y trasmitida desde ahí a Houston y al mundo entero. La improvisación, en este caso las prisas de los astronautas por descender de la nave y pisar el suelo lunar sin atender el riguroso programa establecido, motivó que la segunda de sus históricas frases, mucho más prosaica además ("Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad"), tampoco fuera recibida en Houston, sino en Australia. Estados Unidos necesitaba dos estaciones adicionales de seguimiento de las naves tripuladas para asegurar el contacto permanente con los astronautas mientras la Tierra rotaba, y fijó esos complejos espaciales en Australia y en España. Cerca de 400.000 personas estuvieron implicadas de una u otra manera en la misión Apolo 11, y entre ellas cuatrocientos españoles, algunos de los cuales resolvieron a contrarreloj, apenas dos horas y cinco minutos antes del lanzamiento del Apolo, un problema que a punto estuvo de provocar la cancelación de la misión. Un problema impedía la comunicación entre España y Houston, pero técnicos de la entonces Compañía Telefónica Nacional y de la NASA encontraron a tiempo una solución alternativa que aseguraba esa conexión. DE MADRID A LA LUNA Enrique Teruel, divulgador científico, especialista en exploración espacial y comisario de la exposición "De Madrid a la Luna", ha detallado los acontecimientos que hicieron posible el periplo espacial y ha recordado cómo se fraguó la colaboración entre la NASA y la Compañía Telefónica Nacional de España. "Fue muy fácil", ha subrayado a EFE Enrique Teruel, y ha relatado que la NASA ya había elegido España (el complejo espacial de Maspalomas, en Gran Canaria) para algunas de sus misiones tripuladas (programas Mercury y Gemini) en plena carrera espacial a finales de los cincuenta y los sesenta. Poco después del lanzamiento del Sputnik ruso en 1957, ingenieros españoles contratados por la NASA y Telefónica estaban ya "cacharreando" en la localidad madrileña de Griñón para familiarizarse con el funcionamiento de las comunicaciones vía satélite. Ese conocimiento científico y tecnológico desembocaría después en las gigantescas estaciones de seguimiento de Buitrago de Lozoya (Madrid) y Maspalomas, primero; y las de Fresnedillas y Robledo de Chavela después. "La tecnología ha evolucionado mucho en cincuenta años; hoy es difícil que fallen las comunicaciones, pero lo raro en aquella época era que todo funcionara", ha señalado Enrique Teruel, y ha insistido en que todas las misiones, además de los sucesivos fallos que los propios astronautas o el personal en la Tierra tuvieron que ir solventando, tienen una parte de improvisación. Fue esa improvisación y la espontaneidad la que motivó que Nei