Alpargatas palestinas hechas a mano por una artesana catalana en Ramala

  • hace 8 años
Ramala (Palestina), 15 jul (EFE).- (Imagen: Alba Villen) Una joven catalana comienza a labrarse un nombre como zapatera artesana en Palestina gracias al diseño de unas llamativas alpargatas que combinan el calzado de esparto con el tradicional y colorido bordado palestino.

Entre patrones, metros y trozos de tela desechados vive Sarai Carbonell, de 26 años y originaria de Ripollet (Barcelona), en un piso compartido de Ramala con vistas a la bulliciosa plaza de Yaser Arafat.

Esta casa-taller (ahora también almacén de alpargatas, diseminadas por todas partes), es donde pasa las horas esta artesana y traductora de alemán que, desde hace casi dos años, también enseña castellano y catalán en el centro Hispano-Palestino de la ciudad cisjordana.

"La idea era combinar la suela típica del norte de España, la espardeña, con una tela tradicional de Palestina, para combinar mis orígenes con el sitio donde vivo. La mezcla es muy interesante y ha sido muy bien recibida", cuenta a Efe con uno de los últimos pares que ha fabricado en sus manos, en las que asoman durezas fruto de largas sesiones de costura.

Carbonell llegó a Palestina por un fuerte compromiso político. Un corto viaje le abrió los ojos y el interés sobre la situación en la región y decidió regresar por su cuenta "para resolver preguntas".

"Quería comprender el contexto y llevarlo a España con un conocimiento de primera mano, no sólo con un saber de libro sino de vida", afirma.

"Me involucré, empecé a leer. En mi vida hubo un momento de cambio y decidí venir a Palestina", dice y explica creer "fuertemente en los derechos humanos, en este caso, en este lugar, donde son tan vulnerados y hay un contexto de apartheid".

Pero confiesa que le faltaba algo. Carbonell, que de niña regalaba a diestro y siniestro zapatos de cartón creados por ella y que de mayor sueña con ponerse unos "manolos" o algún diseño de su marca fetiche, Chanel, quería explotar su lado más creativo.

En Barcelona había hecho un curso de zapatos, una profesión que le apasiona pero "muy cara y difícil de llevar".

Así que, cuando supo que quería vivir en Palestina, contactó con Abu Amid, un maestro zapatero dueño de su propia marca, Rahala, y acordó que trabajaría para él a cambio de que él le desvelase los secretos de ese mundo al que no tenía acceso.

Dos años después, Sarai ha pasado a formar parte de ese extraño grupo de expatriados en Palestina no vinculados a la cooperación ni al periodismo -a los que se dedican la mayoría de internacionales en la zona- que han llegado atraídos por curiosidad o activismo y han terminado trabajando como camareros, teleoperadores, en empresas de software o negocios personales.

"Ha habido un boom inesperado con las alpargatas", cuenta la catalana sonriente, "las publiqué como una idea creativa en Facebook e Instagram sin intención de venderlas y de repente empezaron a llover pedidos".

Ahora, su marca "I Eat Shoes" ha tenido que rechazar un pedido de 50 pa

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