La larga lucha por la supervivencia de la sociedad griega
- hace 9 años
Athanasia ha trabajado durante quince años en esta fábrica de calcetines. Como consecuencia de la crisis su vida ha cambiado y también su trabajo. Se recortó la producción y empezaron los despidos. Durante el verano las cosas fueron a peor. Los bancos cerraron, se acabó el dinero y también los pedidos en la fábrica.
Cada mañana cuando se levanta se siente afortunada porque todavía tiene un trabajo: “En aquellos días de julio y agosto tuvimos miedo de que la fábrica cerrara, nos acogimos a una regulación temporal de empleo porque no sabíamos si nuestros clientes iban a confirmar o a cancelar sus pedidos. Después estaba el problema de los bancos, nos daban el dinero a cuentagotas, eso fue una tortura para mi familia, para mí, y para mi jefe porque no podía pagarme el sueldo”, nos comenta Athanasia Prountzou.
La fábrica abrió hace sesenta años. Funcionaba veinticuatro horas al día y tenía más de 50 empleados. Ahora, el volumen de trabajo no da más que para ocho horas con una decena
Cada mañana cuando se levanta se siente afortunada porque todavía tiene un trabajo: “En aquellos días de julio y agosto tuvimos miedo de que la fábrica cerrara, nos acogimos a una regulación temporal de empleo porque no sabíamos si nuestros clientes iban a confirmar o a cancelar sus pedidos. Después estaba el problema de los bancos, nos daban el dinero a cuentagotas, eso fue una tortura para mi familia, para mí, y para mi jefe porque no podía pagarme el sueldo”, nos comenta Athanasia Prountzou.
La fábrica abrió hace sesenta años. Funcionaba veinticuatro horas al día y tenía más de 50 empleados. Ahora, el volumen de trabajo no da más que para ocho horas con una decena