Perdiéronse las neblinas En los picos de la sierra, Y el sol derrama en la tierra Su torrente abrasador. Y se derriten las perlas Del argentado rocío, En las adelfas del río Y en los naranjos en flor.
Del mamey el duro tronco Picotea el carpintero, Y en el frondoso manguero Canta su amor el turpial; Y buscan miel las abejas En las piñas olorosas, Y pueblan las mariposas El florido cafetal.
Deja el baño, amada mía, Sal de la onda bullidora; Desde que alumbró la aurora Jugueteas loca allí. ¿Acaso el genio que habita De ese río en los cristales, Te brinda delicias tales Que lo prefieres a mí?
¡Ingrata! ¿por qué riendo Te apartas de la ribera? Ven pronto, que ya te espera Palpitando el corazón ¿No ves que todo se agita, Todo despierta y florece? ¿No ves que todo enardece Mi deseo y mi pasión?
En los verdes tamarindos Se requiebran las palomas, Y en el nardo los aromas A beber las brisas van. ¿Tu corazón, por ventura, Esa sed de amor no siente, Que así se muestra inclemente A mi dulce y tierno afán?
¡Ah, no! perdona, bien mío; Cedes al fin a mi ruego; Y de la pasión el fuego Miro en tus ojos lucir. Ven, que tu amor, virgen bella, Néctar es para mi alma; Sin él, que mi pena calma, ¿Cómo pudiera vivir?
Ven y estréchame, no apartes Ya tus brazos de mi cuello, No ocultes el rostro bello Tímida huyendo de mí. Oprímanse nuestros labios En un beso eterno, ardiente, Y transcurran dulcemente Lentas las horas así.
En los verdes tamarindos Enmudecen las palomas; En los nardos no hay aromas Para los ambientes ya. Tú languideces; tus ojos Ha cerrado la fatiga Y tu seno, dulce amiga, Estremeciéndose está.
En la ribera del río, Todo se agosta y desmaya; Las adelfas de la playa Se adormecen de calor. Voy el reposo a brindarte De trébol en esta alfombra a las perfumadas sombras De los naranjos en flor.
Ignacio Manuel Altamirano (1834—1893). Foi um escritor mexicano.