Madrid, 28 nov (efesalud.com). El doctor Carlos Macaya Miguel, jefe de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos, nos sienta en la primera fila de un quirófano de hemodinamia para vídeobloguear sobre el desarrollo biológico y funcional del corazón del feto y del recién nacido hasta que se convierte en un corazón adulto, cuando el bebé cumple más o menos un año de vida.
"El corazón empieza a latir hacia la quinta semana de la fecundación, momento en el que el embrión pasa a denominarse feto. El aparato circulatorio fetal es peculiar porque funciona sin pulmones: el oxígeno se obtiene de la placenta mientras se van perfeccionando las minúsculas estructuras cardíacas del feto, como las cavidades o las válvulas", explica.
La sangre oxigenada de la madre pasa a las venas del feto a través del cordón umbilical y llega al corazón derecho. Allí, como la respiración no es posible, la corriente sanguínea necesita llegar a la aorta para distribuir esa sangre oxigenada a todo el sistema venoso.
"Se produce una especie de cortocircuito: la sangre venosa atraviesa el foramen de la fosa oval, que comunica la aurícula derecha con la aurícula izquierda, y el ductus arterioso, que comunica la arteria pulmonar con la aorta. La sangre se salta el paso del pulmón y cumple así el ciclo cardíaco para repartir la sangre oxigenada por todo el cuerpo del feto", detalla el doctor Macaya.
La sangre desoxigenada retorna a la madre por el sistema venoso de la placenta para volver a tomar oxígeno. Los pulmones maternales dan aire a sus propias células y las células fetales.
Cuando el feto se convierte en bebé al nacer se produce un momento crítico, el primer llanto del recién nacido origina la primera respiración y se expanden los pulmones.
"El bebé nace un poco cianótico -coloración azulada de la piel por la falta de oxígeno en la sangre- al cortarse el cordón umbilical que lo une a la madre. La activación de su propio sistema cardiopulmonar, proceso que dura unos minutos, le devuelve el color sonrosado", cuenta.
Durante las horas y días siguientes, el organismo del recién nacido tiene que tapar los agujeros cardiovasculares que hicieron 'trampas' a los pulmones.
"Se cierran con oxigenación -ilustra-. Las dos vías abiertas en la etapa fetal se ocluyen por el estímulo del oxígeno y la presión sanguínea. Si no se llegaran a taponar, la malformación constituiría una cardiopatía congénita leve de fácil solución quirúrgica: Se sella el foramen y se liga el ductus".
A partir de entonces, el corazón del bebé se tiene que adaptar a su nuevo medio de vida. Debe subsistir ochenta o noventa años, cuando no cumplir el centenario y más allá.
"El corazón del bebé late muy deprisa, a 120 o 140 latidos por minuto, más o menos el doble del corazón de una persona adulta. Esa frecuencia cardíaca se va reduciendo a medida que pasan las semanas y los meses, hasta que cumple un año, etapa en la que sus necesidades vitales ya son parecidas a las de cualquier hombre o mujer", describe.
Entonces, la única diferencia estará en el tamaño del corazón. La estructura permanecerá invariable e intacta durante el resto de su existencia.
"El volumen de nuestro puño se dice que se corresponde con el volumen del corazón. Personas grandes, corazón grande; personas de talla media, corazón mediano; y recién nacidos o bebés, corazón pequeñito porque tienen un puñito", aclara el galeno.
Y si la complexión corporal determina el tamaño del corazón, éste fija la cantidad de sangre que se bombea en un ciclo cardíaco, como pueda ser el caso de los deportistas.
"El corazón de un atleta, que ha crecido un poco más de lo normal por exigencias físicas intensas, necesitará más cantidad de sangre por minuto que el corazón de una persona sedentaria", amplía.
El corazón del feto y del bebé es el origen del milagro cardiovascular del ser humano adulto. Como diría el doctor Carlos Macaya, "es tan simple como asombroso".
CARDIOPATÍAS CONGÉNITAS DEL BEBÉ: http://goo.gl/Ma0NmT
HÁBITOS QUE GENERAN CARDIOPATÍAS EN EL FETO: http://goo.gl/xmXjym
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"El corazón empieza a latir hacia la quinta semana de la fecundación, momento en el que el embrión pasa a denominarse feto. El aparato circulatorio fetal es peculiar porque funciona sin pulmones: el oxígeno se obtiene de la placenta mientras se van perfeccionando las minúsculas estructuras cardíacas del feto, como las cavidades o las válvulas", explica.
La sangre oxigenada de la madre pasa a las venas del feto a través del cordón umbilical y llega al corazón derecho. Allí, como la respiración no es posible, la corriente sanguínea necesita llegar a la aorta para distribuir esa sangre oxigenada a todo el sistema venoso.
"Se produce una especie de cortocircuito: la sangre venosa atraviesa el foramen de la fosa oval, que comunica la aurícula derecha con la aurícula izquierda, y el ductus arterioso, que comunica la arteria pulmonar con la aorta. La sangre se salta el paso del pulmón y cumple así el ciclo cardíaco para repartir la sangre oxigenada por todo el cuerpo del feto", detalla el doctor Macaya.
La sangre desoxigenada retorna a la madre por el sistema venoso de la placenta para volver a tomar oxígeno. Los pulmones maternales dan aire a sus propias células y las células fetales.
Cuando el feto se convierte en bebé al nacer se produce un momento crítico, el primer llanto del recién nacido origina la primera respiración y se expanden los pulmones.
"El bebé nace un poco cianótico -coloración azulada de la piel por la falta de oxígeno en la sangre- al cortarse el cordón umbilical que lo une a la madre. La activación de su propio sistema cardiopulmonar, proceso que dura unos minutos, le devuelve el color sonrosado", cuenta.
Durante las horas y días siguientes, el organismo del recién nacido tiene que tapar los agujeros cardiovasculares que hicieron 'trampas' a los pulmones.
"Se cierran con oxigenación -ilustra-. Las dos vías abiertas en la etapa fetal se ocluyen por el estímulo del oxígeno y la presión sanguínea. Si no se llegaran a taponar, la malformación constituiría una cardiopatía congénita leve de fácil solución quirúrgica: Se sella el foramen y se liga el ductus".
A partir de entonces, el corazón del bebé se tiene que adaptar a su nuevo medio de vida. Debe subsistir ochenta o noventa años, cuando no cumplir el centenario y más allá.
"El corazón del bebé late muy deprisa, a 120 o 140 latidos por minuto, más o menos el doble del corazón de una persona adulta. Esa frecuencia cardíaca se va reduciendo a medida que pasan las semanas y los meses, hasta que cumple un año, etapa en la que sus necesidades vitales ya son parecidas a las de cualquier hombre o mujer", describe.
Entonces, la única diferencia estará en el tamaño del corazón. La estructura permanecerá invariable e intacta durante el resto de su existencia.
"El volumen de nuestro puño se dice que se corresponde con el volumen del corazón. Personas grandes, corazón grande; personas de talla media, corazón mediano; y recién nacidos o bebés, corazón pequeñito porque tienen un puñito", aclara el galeno.
Y si la complexión corporal determina el tamaño del corazón, éste fija la cantidad de sangre que se bombea en un ciclo cardíaco, como pueda ser el caso de los deportistas.
"El corazón de un atleta, que ha crecido un poco más de lo normal por exigencias físicas intensas, necesitará más cantidad de sangre por minuto que el corazón de una persona sedentaria", amplía.
El corazón del feto y del bebé es el origen del milagro cardiovascular del ser humano adulto. Como diría el doctor Carlos Macaya, "es tan simple como asombroso".
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