(VÍDEO) TV Foro 08.07.2012 Industrialización y Socialismo 1/2

  • hace 12 años
El economista Víctor Álvarez, ex ministro de Industrias
INDUSTRIALIZACIÓN Y SOCIALISMO
El punto de partida de un análisis marxista del proceso de industrialización tiene que ser la cuestión de la dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción[1].
Es preciso, ante todo, comenzar por reconocer dos cuestiones fundamentales:
a) El socialismo exige un fenomenal desarrollo de las fuerzas productivas, esto es, un crecimiento tal de la capacidad productiva de la sociedad que posibilite que todos los individuos tengan sus necesidades satisfechas y que, además, puedan elegir libremente su actividad[2]. En este punto reside el núcleo duro de la problemática del socialismo. La temática de las necesidades debe ser aclarada para poder entender a fondo esta cuestión.
En una economía socialista, no se trata justamente de la satisfacción de todas las necesidades sociales tal como se han conformado bajo el capitalismo, pues buena parte de ellas son creaciones artificiales, en el sentido de que están determinadas por el imperativo de realizar las mercancías, y no por el valor de uso. El socialismo, por ejemplo, no puede tener por objetivo desarrollar las fuerzas productivas para que todas las personas que habitan este planeta tengan un BMW. El socialismo, por el contrario y a partir de la organización autónoma de los trabajadores, tiene que modificar radicalmente la índole de las necesidades humanas, para adecuarlas a la realización universal de la personalidad. La eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y el control de las mismas por los trabajadores autoorganizados tenderán a desactivar la lógica de la mercancía, modificando drásticamente la estructura de necesidades de la población.
Para los clásicos del marxismo, el mero hecho de la supresión de la propiedad privada generará una simplificación de la producción de bienes y servicios, pues muchos de ellos están destinados a satisfacer necesidades “artificiales”, creadas por la misma lógica de la mercancía, y desaparecerán con la eliminación de las diferencias de clase. Ahora bien, esta tendencia se verá compensada por la obligación de garantizar a todos los seres humanos la posibilidad efectiva de elegir libremente su campo de actividad.
La sociedad capitalista se caracteriza por que solo una parte de población está en condiciones de “elegir” (por cierto que dentro de márgenes relativamente estrechos) que estudiará y en qué trabajará. El resto tiene que conformarse con aceptar pasivamente lo que le impone la coerción económica. Como es de suponer, generar las condiciones para que toda la población pueda elegir libremente y gozar de una vida plena exige un desarrollo fenomenal de las fuerzas productivas. Esto es así porque no se trata, fundamentalmente, de un crecimiento cuantitativo, sino de una reestructuración y expansión cualitativa de las mismas, cuyo eje es la centralidad del valor de uso. Es por esto que el socialismo no pueda darse en medio de la “pobreza”.

Recomendada