Así fue que O.J. Simpson protagonizó la persecución más mediática de la historia

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El viernes 17 de junio de 1994 se inauguró la Copa del Mundo de Estados Unidos con una victoria del campeón defensor, Alemania, ante Bolivia por 1 a 0 en Chicago con la presencia del presidente Bill Clinton. En Broadway, los Rangers de Nueva York congregaba una multitud para celebrar la obtención -tres días después- de la Copa Stanley correspondiente a la Liga Nacional de Hockey (NHL).

En Oakmont, Pensilvania, Arnold Palmer jugaba por última vez, a los 72 años, el Abierto de Estados Unidos. En Houston, Texas, los Rockets y los Knicks disputaron el quinto juego de las finales de la NBA. El deporte atrapaba la atención del pueblo estadounidense en cuatro eventos masivos. Nadie podía prever que un astro del fútbol americano como O.J. Simpson concentraría el interés del globo como nunca antes.

Todo había comenzado cinco días atrás, la noche del domingo 12 de junio, cuando la policía encontró los cuerpos de Nicole Brown y Ronald Goldman en la residencia del barrio de Brentwood de Los Ángeles en el que vivía la ex esposa de O.J. Simpson, de quien se había divorciado dos años antes. El cadáver de la mujer tiene siete heridas leves de arma blanca y un corte en el cuello de trece centímetros de largo, que es lo que le ha provocado la muerte, además de seccionadas la carótida y la yugular. Su amigo, aspirante a actor y mesero en un restaurante italiano, presentaba diecisiete puñaladas. Los hijos de la pareja, de seis y nueve años, aún dormían. Había un único sospechoso: el ex jugador estrella de fútbol americano y también actor Orenthal James Simpson.

Las autoridades emitieron una orden de captura inmediata. Lo interrogaron exhaustivamente. Hallaron pruebas incriminatorias. Cuatro días después, tomaron una decisión y se la comunicaron a los abogados. Iban a presentar cargos contra él: la conclusión era que el ex esposo de la víctima estaba involucrado en el doble crimen. Le pidieron a los letrados que el acusado se entregara voluntariamente a las doce de la mañana del viernes 17 de junio. La repercusión del caso, el calibre de la denuncia y la popularidad del imputado obligaban a acordar el procedimiento entre las partes y actuar sin estridencias. Pero O.J. Simpson procuró lo contrario.

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