El retorno de las langostas que cubrieron el cielo del Cuerno de África

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Geerisa (Somalia), 19 mar (EFE).- (Imagen: Daniel Irungu /Patricia Martínez) Saltan, caen, se dejan empujar por el viento. Ansían el cielo. Los vástagos de los millones de langostas que en los últimos meses diezmaron pastos y cultivos en el Cuerno de África están a punto de alzar el vuelo; amenazando la subsistencia en una región golpeada por la crisis climática.
A finales de 2019, inusuales tormentas e inundaciones en las costas del mar Arábigo, precedidas por la irrupción de cinco ciclones tropicales ligados al rápido calentamiento de las aguas del océano Índico, sirvieron de caldo de cultivo para la proliferación en masas de estos insectos.
Llegados desde un Yemen consumido por la guerra, estos migrantes voladores invadieron entonces áreas húmedas de Somalia, el sur de Etiopía y el norte de Kenia en enjambres de un tamaño medio de unos 250 campos de fútbol; devastando a su paso los pastos de los que dependen millones de pastores nómadas.
Langostas del desierto rosáceas que, incluso, llegaron a lugares recónditos.
"¡No he visto nada igual en mis 93 años de vida", exclama Muuse Aarinte, jefe tradicional del poblado de Geerisa (oeste), al recordar los 20 días de enero durante los cuales las langostas se adueñaron de este pequeño pueblo localizado en el autoproclamado Estado independiente de Somalilandia (norte de Somalia), que no tiene reconocimiento internacional.
Un "no-país" en el que, dicen sus habitantes, salvo cuando llegan las langostas o las sequías -y a diferencia de su hermana Somalia, de la que se separaron unilateralmente en 1991 tras la caída del dictador Siad Barré y años de sangre y masacres-, se puede mascar khat (estimulante vegetal muy usado en la región) con calma y respirar una paz calurosa.
 
CATÁSTROFE HUMANITARIA
"Todo lo arrasaron a su paso", recuerdan los vecinos de Geerisa, quienes intentaron ahuyentar a estos voraces insectos con una cacerolada mientras observaban con resignación como el pasto destinado a sus animales iba desapareciendo, y con él, su principal medio de subsistencia.
"Somalilandia recibe cada año langostas (durante los meses de invierno), pero en esta ocasión ha sido mucho peor", enfatiza en la capital de Hargeisa el ministro regional de Agricultura, Ahmed Muumin Seed, consciente de que, si no se actúa ahora, estas jóvenes langostas formarán en abril nuevos enjambres, se reproducirán y sus huevos eclosionarán antes de junio.
Para entonces, su población se multiplicaría por 400, según estimaciones científicas, antes de migrar una vez atraídas por las lluvias de Pakistán e India.
"Las ninfas de langosta están en su segunda fase, a punto de echar a volar, y una vez lo hagan será mucho más difícil controlar su expansión", explica Seed. "Esto no solo coincidirá con la época de lluvias, sino también con nuestra temporada de siembra", añade.
De acuerdo con diversas ONG, esta segunda invasión podría desencadenar una catástrofe humanitaria en el Cuerno de África; una de las regiones más vulnerables a

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