Una caravana de Trabant conmemora la caída del muro de Berlín
- hace 9 años
“Veinticinco años después de la caída del muro, cruzar el puente Bornholmer con un Trabbi sigue teniendo un fuerte simbolismo”, dice nuestro enviado especial a Berlín.
Porque fue precisamente en ese puente, donde la gente forzó la apertura del primer puesto fronterizo la noche del 9 de noviembre de 1989. Y los coches típicos de la Alemania comunista comenzaron a afluir a Berlín Occidental, junto a miles de personas que caminaban hacia una libertad inalcanzable durante décadas.
Los coches eran muy deseados, aunque también muy ridiculizados por algunos, ya que su carrocería era de resina.
Angela y Wolfgang Borchard viven a dos calles de aquí. Fueron unos de los primeros en cruzar el puente a pie y recibieron el sello en sus pasaportes que les daba acceso a un visado del oeste, inicialmente solo para 6 meses.
“Oímos mucho ruido. Nuestra calle estaba llena de coches, y entonces mi marido dijo: es verdad, va en serio, vamos a echar un vistazo”, relata Angela.
“Al principio, simplemente, no lo podíamos entender. Habíamos vivido aquí durante décadas y el mundo se acababa justo ahí. De alguna manera lo habíamos aceptado”, cuenta Wolfgang Borchard.
Los Trabant tampoco fueron apreciados por su escasa potencia, debido al motor de dos cilindros, y por el olor que desprendían. Pero los apasionados de estos coches han encontrado soluciones incluso para eso, incorporándoles pedales.
Porque fue precisamente en ese puente, donde la gente forzó la apertura del primer puesto fronterizo la noche del 9 de noviembre de 1989. Y los coches típicos de la Alemania comunista comenzaron a afluir a Berlín Occidental, junto a miles de personas que caminaban hacia una libertad inalcanzable durante décadas.
Los coches eran muy deseados, aunque también muy ridiculizados por algunos, ya que su carrocería era de resina.
Angela y Wolfgang Borchard viven a dos calles de aquí. Fueron unos de los primeros en cruzar el puente a pie y recibieron el sello en sus pasaportes que les daba acceso a un visado del oeste, inicialmente solo para 6 meses.
“Oímos mucho ruido. Nuestra calle estaba llena de coches, y entonces mi marido dijo: es verdad, va en serio, vamos a echar un vistazo”, relata Angela.
“Al principio, simplemente, no lo podíamos entender. Habíamos vivido aquí durante décadas y el mundo se acababa justo ahí. De alguna manera lo habíamos aceptado”, cuenta Wolfgang Borchard.
Los Trabant tampoco fueron apreciados por su escasa potencia, debido al motor de dos cilindros, y por el olor que desprendían. Pero los apasionados de estos coches han encontrado soluciones incluso para eso, incorporándoles pedales.